Zoila Farfán: “Yo camino con la historia de la Universidad”
Conversar con ella es hacerlo con una testigo del nacimiento y desarrollo de la UCSC, desde su origen como Sede Regional Talcahuano de la Pontificia Universidad Católica en 1971, hasta convertirse en entidad autónoma en 1991 y su posterior crecimiento como una de las principales casas de estudio superior en el Biobío. De hecho, es coautora, junto al profesor Andrés Medina del libro “Al servicio de la Iglesia y la Educación Superior chilena” que cuenta precisamente la historia de la Universidad. Zoila Farfán Villegas ingresó a la institución en 1972, con 23 años y recién titulada de profesora. El pasado 2 de mayo cumplió 50 años de trabajo. Toda una vida que no tiene intensiones de dejar. “No tengo ninguna gana de irme. No he preparado, ni prepararé mi retiro”, avisa.
Sobre esos primeros pasos institucionales advierte que ella camina con la historia de la Universidad. “Partimos sin nada, sólo con las ganas. Nos tocó partir en una época que había muchos problemas y una gran efervescencia en la sociedad chilena. El Colegio Salesianos nos prestó los primeros bancos y sillas. Los laboratorios también los hacíamos allá”. En un tono más personal agrega que “mi primer kardex para archivar documentos era una pilgua, de esas que usan las señoras para ir a la vega. Andaba con ella para arriba y para abajo”, reflejando la precariedad del comienzo.
Con medio siglo en la Universidad, la actual Coordinadora de Proyectos Mineduc, dependiente de la Dirección General Estratégica, nos cuenta que su primera responsabilidad fue organizar una biblioteca en un gimnasio del segundo piso del ahora Palacio de los Deportes de Talcahuano. Posteriormente pasó al área económica, en esa función la encontró el Golpe Militar de 1973. “Estaba en comisión de servicio haciendo planillas de sueldo para el pago del personal. Quedamos hasta ahí porque nos dijeron que Contraloría nos haría una inspección”. Su siguiente etapa en la Universidad fue como secretaria del Director de Sede, cargo que desempeñó por 10 años, hasta que completó sus estudios de Licenciatura en Educación en Santiago. Fue su propio jefe quien le dijo que no podía seguir de secretaria y la ascendió a jefa de la Unidad de Planificación y Docencia, pese a los temores que ella manifestó por su falta de experiencia en esa materia. Antes de ocupar el cargo que tiene hoy, pasó brevemente por la Unidad de Currículum.
Sobre el tiempo que tuvo que compatibilizar trabajo y estudios fuera de Concepción, recuerda que “fueron dos años completos. Viajaba todas las semanas. Tenía clases los jueves y viernes, de tal manera que me iba el miércoles en la tarde en el tren japonés y me venía el viernes en la noche o sábado en la mañana”. Fue un período en que la Universidad aún dependía de la PUC y que por lo mismo el trabajo demandaba eficiencia. “No podía ser de otra manera porque la Católica tenía una supervisión muy estricta. Estaban muy preocupados por el nivel que se entregaba, pues se estaban dando los mismos títulos que en Santiago. Llegaban comisiones sin aviso a revisar todo.”
Consultada sobre cuáles han sido los mejores momentos de la Universidad en estas cinco décadas, no duda en señalar la instalación de la UCSC, luego de su traspaso de sede regional a entidad autónoma. “Ese período fue guiado por el Padre Eliseo Escudero, que fue nuestro primer rector. Fue un período en que se estructuró la nueva universidad, se echaron a andar nuevas carreras, se reglamentó y se revisó todo. También se construyeron muchos edificios. Se consiguieron muchas donaciones. El Padre Escudero tenía muchos contactos y era muy amigo de la familia Matte, entonces nos llegaban muchos recursos. Esto fue entre el ’91 y ’93. También fue muy importante el rectorado de don Fernando Jiménez. Él ordenó la universidad y la hizo mucho más dinámica.”
En definitiva, ha sido una experiencia que ella califica de “hermosa” y que agradece a Dios. “El trabajo es como la vida en general, con altos y bajos. Se pasan momentos de mucha exigencia, de mucha incertidumbre. No es fácil mantenerse en la Universidad, hay que estar constantemente estudiando, perfeccionándose, pero le agradezco al Señor por ser tan bondadoso conmigo y haberme dado este lugar de trabajo tan especial y tan característico”. Pero no sólo ha sido testigo de los cambios administrativos y de infraestructura, también de los procesos de enseñanza. “La Católica tenía unos sistemas curriculares muy rígidos. Hoy se ha cambiado esa visión y el alumno ha pasado a ser el centro del proceso de enseñanza-aprendizaje. Antes no había oportunidades para los chiquillos. El que reprobaba, reprobaba. Ahora se les puede interrogar, se les puede dar un trabajo. Hay una relación más humana, es mucho mejor. El avance ha sido importante”. Reconoce que estos cambios también han influido en su carácter. “Me fui adaptando a estas nuevas épocas y me fui transformado en una persona más flexible, más abierta.”
Sobre el trabajo sindical dice que siempre tuvo la intensión de ser dirigente, pero el temor a la exposición frenó esas ganas. “Hay que tener un gran respeto por nuestros dirigentes, porque ellos se exponen a las críticas, a los cuestionamientos por sus decisiones y no valoramos eso. Yo estoy en el Sindicato desde que se creó. Estuve en una huelga que duró un buen tiempo cuando estábamos en Talcahuano y con la que se logró el acuerdo que tenemos hoy y que se sigue manteniendo. Eso sirvió para que la gente tomara conciencia y se valorara, porque antes era un patronaje que no se podía y que no correspondía con lo que nosotros profesamos”.
Es clara en indicar que la labor sindical ha permitido que se reconozca el aporte de los trabajadores. “Las empresas, industrias o universidad, no son nada sin sus trabajadores. Los sindicatos han ayudado a valorar el trabajo de la gente. Mi madre era campesina y me contaba que trabajaban de sol a sol. Como 12 horas diarias por un sueldo mínimo, más algunas regalías que le daban los dueños de los campos, como un pedacito de tierra para que tuvieran una huerta de subsistencia y el permiso para criar dos o tres animales. Los sindicatos han ayudado a mejorar esa situación. Lo mismo pasa con la educación, porque antes no mandaban a los niños a la escuela. Había mucho analfabetismo. Mi mamá creo que alcanzó hasta tercero básico, apenas sabía leer y escribir. Esas cosas no podían ser, teníamos que evolucionar como sociedad.”
Respecto a los desafíos que debe enfrentar el Sindicato este año, Zoila les aconseja que sean “muy prudentes, muy reflexivos y muy comprensivos con la situación en que se encuentra la Universidad, pero sin que eso signifique desvalorizar lo que ya hemos alcanzado, lo que hemos ganado. Hay que fortalecer y respetar siempre el diálogo con las autoridades. La impetuosidad no siempre saca muchos beneficios.”