El sindicalismo recobra fuerzas
Desde inicios del siglo XXI, pero con especial fuerza a contar del 2011, el movimiento sindical ha recuperado parte de la fuerza que alguna vez tuvo en el país, marcando un ascenso constante hasta llegar a tasas de sindicalización del 20,6% en 2018. De hecho, desde 2001 se ha registrado un incremento del 124,2% en el número de trabajadores afiliados a un sindicato, pasando de casi 470 mil a un poco más del millón de personas.
El levantamiento social de 2019 y la pandemia de Covid que vive el mundo entero desde 2020, han sido situaciones que los sindicatos chilenos han debido sortear para no perder lo avanzado. En estricto rigor ambos hechos han servido para revelar la realidad de los trabajadores nacionales, los cuales, en muchos casos, han evidenciado condiciones de precariedad laboral. Las mismas organizaciones no fueron incluidas en las conversaciones que definieron la política laboral en tiempo de pandemia. De ahí, que muchas de las estrategias económicas de la actual administración, para enfrentar la crisis sanitaria, fueran a costa de los trabajadores.
Pero, ¿qué tal está nuestro país en relación a otras naciones? Según el informe del Consejo Superior Laboral (CSL) de hace un par de años, Chile está por debajo de la media OCDE en cuanto a sindicalización (29,8%) y aunque supera a naciones europeas como Países Bajos (19,8%), Portugal (19,5%), Alemania (19,2) y España (17%), está muy lejos de las relaciones laborales que se establecen en Italia (41,2%), Bélgica (55,1%) o los renombrados países nórdicos donde la participación en sindicatos van desde el 65,3% en Finlandia hasta el 92,8% en Islandia, pasando por el 71,7% que marcan Suecia y Dinamarca.
Son justamente las naciones del norte de Europa las que se han convertido en ejemplo, pues han sabido fortalecer un modelo que es previo a la Segunda Guerra Mundial y que consiste en un compromiso entre distintos actores sociales que incluyen, por cierto, a trabajadores y empresarios, teniendo los sindicatos un peso significativo, en especial a la hora de realizar negociaciones colectivas. Todo ante una fuerte presencia del Estado que procura una sociedad de bienestar que garantiza el acceso a salud, cobertura social y educación, en un contexto económico de libre mercado. Modelo que han sabido cuidar e incluso perfeccionar en tiempos de crisis.
En España, los vaivenes vividos en el último tiempo, quizás se acerquen más a lo transitado por Chile desde 2019, es por eso que la experiencia de como los sindicatos hispanos han enfrentado los nuevos escenarios, se presente como más cercana a nuestros ojos. Primero, hay que señalar que desde el fin del franquismo, a fines de la década del ’70, han sido dos las gremiales que más fuerza han tenido: Comisiones Obreras (CCOO) y la Unión General de Trabajadores (UGT). Sin embargo, en los últimos años el resurgir del sindicalismo español ha llegado de la mano de nuevos movimientos, alejados de lo que ellos llaman el “sindicalismo de postal y de la elitización de las cúpulas sindicales”, regresando al trabajo en terreno y con las bases.
Cataluña ha sido el laboratorio de estos grupos que surgieron a razón del proceso independentista que vivió esa Comunidad Autónoma hace unos años y que se han unido en torno a la Mesa Sindical de Catalunya. Es allí donde convergen la Confederación General del Trabajo de Cataluña, Intersindical Alternativa de Cataluña, Confederación Nacional del Trabajo, Coordinadora Obrera Sindical, Solidaridad Obrera y Comisiones Obreras de Base, organizaciones que, si bien son pequeñas, son las que presentan el mayor crecimiento en número de afiliados. Importante también es decir que su injerencia en la vida política de España se sustenta en sus alianzas con otros grupos sociales en lo que han llamado “sindicalismo alternativo transversal” y que busca generar frentes comunes.